LA LUPA.
Palabra Editorial de la Juventud Morazanista.
SOBRE EL PODER Y LA AUTO-CONVOCATORIA A LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE.
SOBRE EL PODER Y LA AUTO-CONVOCATORIA A LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE.
Según los conceptos manipuladores del pensamiento dominante, el poder político en el mundo moderno descansa en la democracia electorera burgue-sa, en los cargos públicos, en las organizaciones sociales, en las organizacio-nes cívico-políticas, etc. Nos han hecho creer a los dominados que el poder es una insulsa banda presidencial, un cargo administrativo o un grupo de per-sonas organizadas para protestar, gestionar ayudas, reclamar derechos, denunciar, en fin, organizadas para ir a elecciones o para pedir, reclamar, mendigar o suplicar a otros, que ejecuten las acciones o las medidas que los distintos grupos sociales anhelan o necesitan.
Eso es sólo basura mediatizadora en contra de los pueblos dominados. El verdadero poder, es la capacidad que tiene una clase social consciente, organizada y armada, para imponer su voluntad sobre los demás grupos o clases en una sociedad dada. Idealmente, el pueblo, la inmensa mayoría trabajadora de una nación, es la clase social que debería tener el control físico de su tierra e imponer su voluntad a través de la ley emitida por él mismo. Pero eso ocurre raras veces en la vida real. La mayoría de los pueblos del mundo son esclavos en su propia tierra y no controlan el poder político.
También idealmente, una Constitución política sería un pacto social donde todos los habitantes y grupos sociales de un territorio, de manera fraternal, justa y armónica acuerdan cómo será la vida dentro del mismo. Esa es la concepción liberal de la Constitución (y también es letra muerta). No ocurre así en el mundo real. Los pueblos tenemos que ver el mundo con ojos de pueblo y no con los ojos miopes que los dominadores nos quieren injertar. Una Constitución política es un instrumento de derecho. Es la ley fundamen-tal o primaria que define la estructura política, económica, jurídica, etc. de una nación. Y la ley es la voluntad institucionalizada de la clase social que detenta el poder real en un territorio dado. Es decir, un grupo social, primero toma el control físico de un territorio; y una vez que ese grupo es de hecho, el dueño absoluto de la tierra, de la economía, de la vida y de la muerte en ese territorio, entonces manifiesta su voluntad acerca de cómo va a ser la eco-nomía, la estructura del Estado, la cultura, la sociedad, la vida en ese país. La ley es voluntad escrita y estatuida, de la clase social que controla el poder verdadero en un territorio.
Uno no llega, de repente, a una finca ajena a dictar y redactar las normas que deben seguirse en adelante dentro de esa finca. Primero, uno debe apode-rarse, volverse de alguna manera, el dueño de la finca, para después dictar leyes sobre la misma. Si el pueblo trabajador de Honduras desea emitir nue-vas leyes que rijan este país, primero debe tomar el control verdadero del territorio; tiene que tener la capacidad de hacer respetar esas leyes, y de obligar, castigar, arrestar o expulsar a los individuos o grupos que se nieguen a obedecer el mandato soberano de las mayorías populares. De lo contrario, una ley redactada, sin el poder coercitivo que la imponga, es solo un libro de papel mojado.
No se es dueño de la finca sólo con redactar una escritura que diga que uno es el dueño; ni el pueblo tendrá el poder sobre su tierra por el simple hecho de redactar un documento que diga que sí lo tiene. Eso es absurdo.
De momento, la autoconvocatoria a una Asamblea Popular Constituyente, sólo sería un buen ejercicio educativo y organizativo de cara al futuro, pero no es, ni por cerca, un verdadero camino al poder; quien plantee la autocon-vocatoria y la Asamblea Constituyente, por sí mismas, como la vía del pueblo al poder real, consciente o inconscientemente, le miente a nuestro pueblo.
San Pedro Sula, 12-04-2011.
Eso es sólo basura mediatizadora en contra de los pueblos dominados. El verdadero poder, es la capacidad que tiene una clase social consciente, organizada y armada, para imponer su voluntad sobre los demás grupos o clases en una sociedad dada. Idealmente, el pueblo, la inmensa mayoría trabajadora de una nación, es la clase social que debería tener el control físico de su tierra e imponer su voluntad a través de la ley emitida por él mismo. Pero eso ocurre raras veces en la vida real. La mayoría de los pueblos del mundo son esclavos en su propia tierra y no controlan el poder político.
También idealmente, una Constitución política sería un pacto social donde todos los habitantes y grupos sociales de un territorio, de manera fraternal, justa y armónica acuerdan cómo será la vida dentro del mismo. Esa es la concepción liberal de la Constitución (y también es letra muerta). No ocurre así en el mundo real. Los pueblos tenemos que ver el mundo con ojos de pueblo y no con los ojos miopes que los dominadores nos quieren injertar. Una Constitución política es un instrumento de derecho. Es la ley fundamen-tal o primaria que define la estructura política, económica, jurídica, etc. de una nación. Y la ley es la voluntad institucionalizada de la clase social que detenta el poder real en un territorio dado. Es decir, un grupo social, primero toma el control físico de un territorio; y una vez que ese grupo es de hecho, el dueño absoluto de la tierra, de la economía, de la vida y de la muerte en ese territorio, entonces manifiesta su voluntad acerca de cómo va a ser la eco-nomía, la estructura del Estado, la cultura, la sociedad, la vida en ese país. La ley es voluntad escrita y estatuida, de la clase social que controla el poder verdadero en un territorio.
Uno no llega, de repente, a una finca ajena a dictar y redactar las normas que deben seguirse en adelante dentro de esa finca. Primero, uno debe apode-rarse, volverse de alguna manera, el dueño de la finca, para después dictar leyes sobre la misma. Si el pueblo trabajador de Honduras desea emitir nue-vas leyes que rijan este país, primero debe tomar el control verdadero del territorio; tiene que tener la capacidad de hacer respetar esas leyes, y de obligar, castigar, arrestar o expulsar a los individuos o grupos que se nieguen a obedecer el mandato soberano de las mayorías populares. De lo contrario, una ley redactada, sin el poder coercitivo que la imponga, es solo un libro de papel mojado.
No se es dueño de la finca sólo con redactar una escritura que diga que uno es el dueño; ni el pueblo tendrá el poder sobre su tierra por el simple hecho de redactar un documento que diga que sí lo tiene. Eso es absurdo.
De momento, la autoconvocatoria a una Asamblea Popular Constituyente, sólo sería un buen ejercicio educativo y organizativo de cara al futuro, pero no es, ni por cerca, un verdadero camino al poder; quien plantee la autocon-vocatoria y la Asamblea Constituyente, por sí mismas, como la vía del pueblo al poder real, consciente o inconscientemente, le miente a nuestro pueblo.
San Pedro Sula, 12-04-2011.
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