LA LUPA parte II
Palabra Editorial de la Juventud Morazanista.
Palabra Editorial de la Juventud Morazanista.
La sorpresiva noticia de la existencia de unas negociaciones en Sudamérica entre el ex Presidente hondureño Manuel Zelaya, el Presidente venezolano Hugo Chávez y el gobernante de facto de Honduras, Porfirio Lobo, tomaron por sorpresa al pueblo hondureño, causando conmoción. Una parte del pue-blo resistente interpretó el hecho de manera triunfalista, diciendo que los golpistas están humillados, derrotados y que casi están capitulando. La línea oficial del FNRP ha contribuido a generar esta percepción del asunto.
Mas, a otra parte del pueblo hondureño en resistencia contra la dictadura, la noticia nos ha caído como un balde de agua fría. Nos parece inconcebible que el Gobierno Bolivariano, la dirigencia del FNRP y el Coordinador General del mismo, estén planeando reinsertar a la dictadura en la OEA a cambio de cier-tas concesiones políticas de parte del régimen.
Veamos en orden el asunto.
Es posible que los aliados externos del Frente y del ex Presidente Zelaya, y la dirigencia local del Frente, estén tomando este sendero con una actitud de “peor es nada”, pues la lucha llevada a cabo por nosotros como pueblo y por ellos en el terreno externo, si bien ha sido importante, no ha dado ni prome-te dar en el futuro los resultados deseados: revertir el golpe de Estado militar y reinstaurar la democracia en nuestro país.
Debemos entonces señalarles que buena parte de ese fracaso se debe a la falta de contundencia del apoyo del sector democrático internacional hacia nuestro pueblo, que ha resistido en medio de la más atroz carencia, abandono e indefensión; y también a la conducción no-revolucionaria de la inmensa masa popular en rebeldía, que fue inducida por la dirigencia, a pasar de un estado de temible insurrección al estado pasivo e inofensivo de un gran grupo de protesta.
¿Es cierto que el golpismo está en problemas y por eso busca una salida negociada? Es cierto. La oposición inclaudicable del pueblo durante casi dos años y el bloqueo internacional tiene al golpismo en aprietos. ¿Es cierto que el régimen golpista está prácticamente derrotado y de rodillas? No.
Las dificultades que la dictadura enfrenta son serias, pero no son de vida o muerte. Sólo está buscando legitimarse, oxigenarse, y disfrutar a plenitud su conquista militar. Busca pasar de ser un régimen golpista, desconocido y despreciado por propios y extraños, a ser un gobierno apreciado, aceptado y obedecido por todos; quiere pasar de la escasez a la abundancia económica y material; quiere que la población vuelva a tragarse el anzuelo de la democra-cia capitalista, regresando a colaborar armoniosamente con la dominación y a trabajar alegremente bajo el mismo marco de esclavitud de antes.
Y eso es ya históricamente imposible. Los pueblos evolucionan, no involucionan; pro-gresan, no retroceden. El nivel de conciencia y el grado de la confrontación alcanzado por el proceso de la lucha de clases en el país son irreversibles y no permiten que volvamos al lodo vergonzoso del pasado.
Por otro lado, no podemos desconocer las realidades objetivas que limitan la capacidad de nuestro pueblo para pelear por su libertad. Desafortunada-mente, debido a las condicionantes históricas a las que ha sido sometido, el pueblo hondureño no tiene por ahora la fuerza necesaria para expulsar a la dictadura e imponer su voluntad soberana sobre su tierra. Por tanto, una salida negociada, que asegure avances importantes en el proceso de libera-ción no puede descartarse, podría ser necesaria y nadie debe oponerse de manera cerrada a eso. Sólo exigimos que no se cometan más errores fatales.
Es que una negociación, en el marco de un conflicto, se da entre dos partes que se temen y se respetan. Ninguna de las partes debe tener tal superiori-dad que le sea fácil derrotar a la otra. Si esto último pasa, no habrá negocia-ción, sino la imposición del más fuerte. De ahí se deduce que nadie sensato va a negociar puntos que fortalezcan al enemigo, poniéndolo en capacidad de imponerse en lugar de respetar la paz acordada.
Ni el Presidente Chávez ni Manuel Zelaya tienen autoridad o derecho para decidir por su cuenta sobre el destino de ocho millones de hondureños sometidos por la opresión. Pero si ellos, con el aval de la conducción local del FNRP, reincorporan plena-mente a la dictadura en la OEA, las consecuencias serían inmensas… el régimen instalado por un golpe de Estado no sólo se mantendría, sino que se legitimaría; dejaría de ser una dictadura, pasando a ser, al menos legalmente, un régimen aceptado y reconocido; los patriotas que se atrevan a enfrentár-sele, ya no estarían peleando contra una tiranía ilegítima, serían ahora sediciosos sin razón que atacan a un gobierno legítimo.
Las válvulas del financiamiento internacional se abrirían a chorros, proveyendo al régimen de abundantes recursos para fortalecerse política, social y militarmente; los cabecillas golpistas podrían al fin disfrutar de la codiciada riqueza por la cual asaltaron la nación. En resumen, un acuerdo así daría legitimidad jurídica, dinero y fusiles en abundancia al régimen; el sistema de dominación, debilita-do después del 28 de junio, se fortalecería así, de una manera impresionante.
¿Qué obtendrá el pueblo a cambio de tan terribles concesiones? Los puntos negociados que se han anunciado hasta el momento son todos reversibles o manipulables, son medidas que el régimen puede otorgar hoy y quitárnoslas en cierto tiempo. Lo peor, no representan concesiones de parte del régimen en materia de poder real, es decir, son puntos que se implementarían bajo el poder, el control y el dominio absolutos de la dictadura.
Replicarán aquí que se trata de acuerdos s avalados por la comunidad inter-nacional… Uno, ellos pueden “cumplirlos”, pero a su manera, y dos, ¿acaso no tenían el aval internacional los vergonzosos acuerdos Tegucigalpa-San José? Los golpistas se muestran conciliadores ahora, en la escasez; ¿lo serán después, cuando floten en la abundancia económica y en el poderío militar?
Al fin, no importa si se hace con mala o con buena voluntad, si se yerra por maldad o por incapacidad: lo que cuenta es que cada vez que alguien ayuda o fortalece a la dictadura, le causa un daño irreversible a nuestra gente. Quien ayude a la dictadura traiciona a nuestro pueblo. Cada vez que nuestros líde-res cometen esos monumentales errores, somos nosotros, el pueblo someti-do, quien los paga con sangre, miseria y dominación. Y con eso mismo hemos pagado nuestro derecho a la duda.
La Esperanza, Intibucá, 23-04-2011.
Mas, a otra parte del pueblo hondureño en resistencia contra la dictadura, la noticia nos ha caído como un balde de agua fría. Nos parece inconcebible que el Gobierno Bolivariano, la dirigencia del FNRP y el Coordinador General del mismo, estén planeando reinsertar a la dictadura en la OEA a cambio de cier-tas concesiones políticas de parte del régimen.
Veamos en orden el asunto.
Es posible que los aliados externos del Frente y del ex Presidente Zelaya, y la dirigencia local del Frente, estén tomando este sendero con una actitud de “peor es nada”, pues la lucha llevada a cabo por nosotros como pueblo y por ellos en el terreno externo, si bien ha sido importante, no ha dado ni prome-te dar en el futuro los resultados deseados: revertir el golpe de Estado militar y reinstaurar la democracia en nuestro país.
Debemos entonces señalarles que buena parte de ese fracaso se debe a la falta de contundencia del apoyo del sector democrático internacional hacia nuestro pueblo, que ha resistido en medio de la más atroz carencia, abandono e indefensión; y también a la conducción no-revolucionaria de la inmensa masa popular en rebeldía, que fue inducida por la dirigencia, a pasar de un estado de temible insurrección al estado pasivo e inofensivo de un gran grupo de protesta.
¿Es cierto que el golpismo está en problemas y por eso busca una salida negociada? Es cierto. La oposición inclaudicable del pueblo durante casi dos años y el bloqueo internacional tiene al golpismo en aprietos. ¿Es cierto que el régimen golpista está prácticamente derrotado y de rodillas? No.
Las dificultades que la dictadura enfrenta son serias, pero no son de vida o muerte. Sólo está buscando legitimarse, oxigenarse, y disfrutar a plenitud su conquista militar. Busca pasar de ser un régimen golpista, desconocido y despreciado por propios y extraños, a ser un gobierno apreciado, aceptado y obedecido por todos; quiere pasar de la escasez a la abundancia económica y material; quiere que la población vuelva a tragarse el anzuelo de la democra-cia capitalista, regresando a colaborar armoniosamente con la dominación y a trabajar alegremente bajo el mismo marco de esclavitud de antes.
Y eso es ya históricamente imposible. Los pueblos evolucionan, no involucionan; pro-gresan, no retroceden. El nivel de conciencia y el grado de la confrontación alcanzado por el proceso de la lucha de clases en el país son irreversibles y no permiten que volvamos al lodo vergonzoso del pasado.
Por otro lado, no podemos desconocer las realidades objetivas que limitan la capacidad de nuestro pueblo para pelear por su libertad. Desafortunada-mente, debido a las condicionantes históricas a las que ha sido sometido, el pueblo hondureño no tiene por ahora la fuerza necesaria para expulsar a la dictadura e imponer su voluntad soberana sobre su tierra. Por tanto, una salida negociada, que asegure avances importantes en el proceso de libera-ción no puede descartarse, podría ser necesaria y nadie debe oponerse de manera cerrada a eso. Sólo exigimos que no se cometan más errores fatales.
Es que una negociación, en el marco de un conflicto, se da entre dos partes que se temen y se respetan. Ninguna de las partes debe tener tal superiori-dad que le sea fácil derrotar a la otra. Si esto último pasa, no habrá negocia-ción, sino la imposición del más fuerte. De ahí se deduce que nadie sensato va a negociar puntos que fortalezcan al enemigo, poniéndolo en capacidad de imponerse en lugar de respetar la paz acordada.
Ni el Presidente Chávez ni Manuel Zelaya tienen autoridad o derecho para decidir por su cuenta sobre el destino de ocho millones de hondureños sometidos por la opresión. Pero si ellos, con el aval de la conducción local del FNRP, reincorporan plena-mente a la dictadura en la OEA, las consecuencias serían inmensas… el régimen instalado por un golpe de Estado no sólo se mantendría, sino que se legitimaría; dejaría de ser una dictadura, pasando a ser, al menos legalmente, un régimen aceptado y reconocido; los patriotas que se atrevan a enfrentár-sele, ya no estarían peleando contra una tiranía ilegítima, serían ahora sediciosos sin razón que atacan a un gobierno legítimo.
Las válvulas del financiamiento internacional se abrirían a chorros, proveyendo al régimen de abundantes recursos para fortalecerse política, social y militarmente; los cabecillas golpistas podrían al fin disfrutar de la codiciada riqueza por la cual asaltaron la nación. En resumen, un acuerdo así daría legitimidad jurídica, dinero y fusiles en abundancia al régimen; el sistema de dominación, debilita-do después del 28 de junio, se fortalecería así, de una manera impresionante.
¿Qué obtendrá el pueblo a cambio de tan terribles concesiones? Los puntos negociados que se han anunciado hasta el momento son todos reversibles o manipulables, son medidas que el régimen puede otorgar hoy y quitárnoslas en cierto tiempo. Lo peor, no representan concesiones de parte del régimen en materia de poder real, es decir, son puntos que se implementarían bajo el poder, el control y el dominio absolutos de la dictadura.
Replicarán aquí que se trata de acuerdos s avalados por la comunidad inter-nacional… Uno, ellos pueden “cumplirlos”, pero a su manera, y dos, ¿acaso no tenían el aval internacional los vergonzosos acuerdos Tegucigalpa-San José? Los golpistas se muestran conciliadores ahora, en la escasez; ¿lo serán después, cuando floten en la abundancia económica y en el poderío militar?
Al fin, no importa si se hace con mala o con buena voluntad, si se yerra por maldad o por incapacidad: lo que cuenta es que cada vez que alguien ayuda o fortalece a la dictadura, le causa un daño irreversible a nuestra gente. Quien ayude a la dictadura traiciona a nuestro pueblo. Cada vez que nuestros líde-res cometen esos monumentales errores, somos nosotros, el pueblo someti-do, quien los paga con sangre, miseria y dominación. Y con eso mismo hemos pagado nuestro derecho a la duda.
La Esperanza, Intibucá, 23-04-2011.
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